Al principio miraba el reloj cada diez minutos. Después, cuando faltaba media hora para las siete, la teórica hora de la fumata, cada cinco. Y cuando ya quedaban diez, no hacía otra cosa que voltear la muñeca.Maria Lucia estaba impaciente. Quería la fumata ya y la quería blanca. "Tiene que ser hoy o como mucho mañana. Es que son mis días libres en el trabajo. Después ya no podré venir y yo quiero estar aquí". Y el Espíritu Santo, consciente de que María Lucia se había cambiado las zapatillas por unos tacones para ganar altura y poder ver mejor, le concedió la gracia. A las 19.08 horas comenzó a salir humo blanco de la vieja chimenea roja decolorada.
Continúa leyendo en www.zoomnews.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario